www.miliciadeguadalupe.org

NUESTRA PAGINA ES

WWW.MILICIADEGUADALUPE.ORG

Translate

viernes, 10 de enero de 2014

LOS OCHO DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

Meditaciones para los sábados
Una espada más dolorosa atraviesa mi alma
Mayo11/09 (2:30 p. m.) 





María Santísima dice: 

Hijos míos: llamo a toda la humanidad a orar por todos los pastores de la Iglesia. Tendríais sacerdotes santos si ofrecierais más ayunos y sacrificios por ellos. Vuestra tarea no es criticarlos, vuestro trabajo es pedir por su santificación y salvación. 

Hijos amados: la Iglesia está pasando por una horrorosa crisis; no son siete espadas que atraviesan mi Inmaculado Corazón; hay una más dolorosa que cercena mi alma, está clavada en la parte más profunda de mi ser y son los pecados de los sacerdotes y religiosos del mundo entero; sacerdotes que por su vocación especial están llamados a la santidad, a una vida de perfección; sacerdotes que deben despreciar las cosas del mundo, sacerdotes que
deben vivir en plenitud los consejos evangélicos, sacerdotes que deben ser modelo y reflejo de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote; sacerdotes que deben pastorear su rebaño permaneciendo en vela, cuidando que ninguna de sus ovejas se le pierdan; sacerdotes que deben caminar en la verdad, en la autenticidad del Evangelio; sacerdotes que deben estar impregnados de humildad, de celo apostólico por las almas. Alivianad mi tristeza meditando en los dolores de mi Inmaculado Corazón. 

Reparad porque muchas almas hieren el Sacratísimo Corazón de Jesús y por ende el mío; almas que no saben de donde vienen, ni para donde van; almas que se gozan en las cosas del mundo, almas que desperdician toda oportunidad de salvación, almas que aceptarán las verdades y reconocerán sus equivocaciones cuando estén cara a cara con el Señor. 

Acercaos a mí, soy vuestra Madre. Madre que quiere lo mejor para sus hijos. 

Madre que conoce lo que os pasa. Madre que en su corazón siente cuando estáis tristes o cuando estáis alegres. Madre que intercede y aboga por vosotros en el cielo porque a todos os quiero abrazar y dar un beso el día que paséis a habitar una de las moradas, moradas en las que jamás sentiréis frío, moradas en las que no experimentaréis soledad porque miríadas y miríadas de Ángeles os acompañarán. Niños míos: no desechéis la invitación que os hago en meditar los dolores de mi Inmaculado Corazón para que vayáis desconectándoos con la tierra y aspiréis alcanzar las maravillas que os esperan en el Cielo.


LOS OCHO DOLORES DE MARÍA SANTISIMA

 
Abril 30/09 

Primer dolor: La profecía de Simón.

Hijos míos: una vez cumplido el tiempo de mi purificación, según la ley de Moisés, llevamos al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley: que todo primer varón que nazca será consagrado al Señor.
Llevamos un par de tórtolas como ofrenda, ofrenda que fue recibida por los Santos Ángeles al son de música y danza celestial, ofrenda que fue la atracción del Padre Eterno; ofrenda que ante los ojos humanos carecía de valor, ofrenda que traía en sí el mayor tesoro de la
humanidad: el Emmanuel, Dios con nosotros. 

En Jerusalén había un hombre justo y temeroso de Dios llamado Simeón, hombre que esperaba de día en día la venida del Mesías. Hombre poseído por el Espíritu Santo
porque sabía que no había de morir antes de ver al Cristo o Ungido del Señor; hombre que inspirado por Dios vino al templo, tomó en sus brazos al Niño Jesús y bendijo a
Dios; hombre que me anunció de la espada que atravesaría mi alma, espada que llevaría muy clavada en mi Corazón porque mi Hijo sería el blanco de contradicción de los hombres, espada que era el anuncio de los dolores futuros; dolores porque sufriría místicamente su pasión; dolores porque sus sufrimientos los compartiría conmigo, cercenarían mi alma. 

Hijos amados:  Guardé sus palabras en mi corazón, nodejé que su profecía perturbará mi espíritu, me abandoné en los brazos de Dios y esperé pacientemente a que llegase el momento de padecer, momento de ofrecer al Señor mi tristeza, mis lágrimas; momento culmen para la historia de la humanidad, humanidad que sería redimida,
liberada de la deuda del pecado. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…. 



Segundo dolor: La huída a Egipto. 


Hijos míos:  los misterios de Dios son grandes einsondables porque un Ángel del Señor se apareció en sueños a mi fiel esposo José. Ángel que le anunciaba tomar al Niño y su Madre, y huir a Egipto. Ángel que le anunciaba los pérfidos planes de Herodes de buscar al Niño para matarlo; Ángel que le anunciaba quedarse allí hasta un nuevo aviso. 

Amados míos: gran dolor invadió mi Corazón. Dolor de tener que salir de nuestra casa para tierra extranjera, dolor de tener que alejarnos de los nuestros para adentrarnos a una aventura desconocida, dolor de sentirnos impotentes ante la crueldad de aquél mandatario judío, dolor ante la matanza de niños inocentes, niños que recibieron la palma del martirio, niños que cerraron sus ojitos en la tierra para abrirlos en el Cielo. Niños que abruptamente se unieron a las rondas infantiles de los Santos Ángeles. 

No alcanzáis a sopesar el sufrimiento, las penurias y dificultades que padecimos durante el éxodo; éxodo que parecía no terminar; éxodo que nos sumergió en el silencio, en la clandestinidad porque temíamos que algo malo le sucediera a nuestro Hijo, al Hijo de Dios que, aún, sin empezar su misión era relegado, excluido,
perseguido; querían destruirle. 

José cumplió fielmente con la misión de custodiar al Salvador, de proteger al Hombre-Dios, de librarlo de todo mal; de traerlo de regreso a la tierra de Israel porque su vida ya no corría peligro; Herodes había muerto.

 Mis niños queridos: Huimos hacia Egipto para preservarle
la vida al Niño Jesús y hoy son muchas las almas que huyen de la salvación. Atraédmelas, con vuestras oraciones, sacrificios, ayunos, penitencias, a uno de los Aposentos de mi Inmaculado Corazón. Allí las calentaré en la llama de Amor Santo, las cubriré con mis besos y
abrazos, les daré todo el cariño que no han recibido de las creaturas, cariño que las llevará a permanecer a mi lado, a no quererse separar de mí porque al fin han
encontrado una Madre que les ama, les protege, les cuida. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…. 



Tercer dolor: La pérdida del Niño Jesús en el templo.


Hijos míos: José y yo acostumbrábamos ir todos los años a Jerusalén a la fiesta solemne de la Pascua, fiesta a la que fuimos con el Niño Jesús cuando ya había cumplido doce años, fiesta que era amor ágape con el cielo en la tierra, fiesta en la que compartíamos, orábamos y
celebrábamos alegremente. Una vez terminados los días de esta gran solemnidad, emprendimos el camino de regreso a nuestra casa, camino en el que faltaba lo más
amado de mi Inmaculado Corazón, el gran amor de mi vida: Jesús, el encanto de mi alma y el desvelo de mis purísimos ojos. 

Hijos carísimos: mi Corazón estaba sumergido en el dolor, le buscaba y no le encontraba, le llamaba y no me respondía, no daba señas de su presencia en la comitiva. Al cabo de tres días de haberle perdido lo hallamos en el templo sentado en medio de los doctores de la ley,
doctores estupefactos ante su gran sabiduría, doctores atónitos ante la certeza de sus respuestas, doctores de menguada inteligencia que no alcanzaban a descubrir
que aquél niño era el Mesías, el Dios esperado. 

Al encontrarle quedamos maravillados ante la elocuencia de nuestro Hijo. Hijo que cuestionó a los maestros de la ley. Hijo que se ausentó de nosotros para emplearse en
las cosas que miran al servicio de su Padre. 

Hijos amados: si mi Corazón se desmoronó de dolor ante la ausencia de Jesús por tres días, qué podrán sentir entonces aquellas almas que se separan de Él por muchísimos años, almas inmersas en el pecado, almas alejadas de su Casa Paterna, almas con corazón de
pedernal que no sienten la necesidad ni el deseo de buscarle. 

Vosotros, pequeños míos, ayudadme a buscar a aquellos hijos que se me han perdido, hijos que caminan por otros senderos, hijos que se han dejados seducir por el mundo;
hijos que desprecian mis consejos, mi cariño maternal; hijos que padecen soledad y frío, hijos a los que busco afanosamente porque todos me son importantes, a todos los quiero arropar bajo los pliegues de mi Sagrado Manto, deseo sanar las heridas de sus corazones con mis besos. 

Dios te salve María, llena eres de gracia….

Mayo2/09 (2:30 p. m.) 



Cuarto dolor: El encuentro de Jesús y de María en el camino de la cruz. 

Hijos míos: Mi Inmaculado Corazón se desgarró de dolor al encontrarme con Jesús, camino al Gólgota; dolor de verlo tan desfigurado por las bofetadas que descargaban los soldados romanos en su precioso Rostro; dolor de verlo cargar sobre sus hombros una cruz tan grande y sumamente pesada; dolor al escuchar los insultos, las burlas que en contra del Hijo de Dios proferían; dolor al mirarle y ver sus ojos apagados, lúgubres rodeados de densos coágulos de sangre; dolor porque no podía hacer nada en aquel momento de nuestro encuentro; encuentro
en el que sin pronunciar palabras me animó a seguirle, a cargar místicamente con su cruz, a no protestar frente a la crueldad que mis ojos veían, encuentro en que los mismos Ángeles quedaban estupefactos ante la fortaleza del Hombre-Dios para no dejarse amilanar, derrumbar porque era casi todo un pueblo que estaba en su contra. Mi corazón estaba sumido en la triste tristeza porque mi Hijo, la única razón de mi existir, había perdido sus rasgos
Divinos, sus facciones perfectas; sentía su mismo dolor y rogaba junto con Él al Padre por estas pobres almas, almas poseídas por satanás que querían destrozarlo, almas poseídas por satanás que pagarían alto precio por la ignominia de sus actuaciones, almas poseídas por
satanás que desconocían que a quien agredían era al Mesías, al Dios esperado; almas poseídas por satanás que no medían la vileza de sus palabras; palabras con
alta dosis de veneno letal que herían, aún, más mi doloroso Corazón. Corazón que perdonaba, Corazón que pedía misericordia a Dios. Corazón que se unía al sufrimiento del Sagrado Corazón de Jesús para manifestarle que su Madre estaba con Él. 

Hijos amados: Sufro hoy porque muchos hombres carecen del amor, amor que es bálsamo sanador para las heridas, amor que es oasis de paz para el espíritu turbado, amor que es luz de esperanza para aquellos que creen que ya todo está perdido, amor que trasciende las esferas del conocimiento y del saber; amor que humaniza, sensibiliza, amor que conlleva a soportar, a aguantar hasta llegar al punto culmen de la inmolación y del sacrificio. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…. 

Mayo 2/09 (7:30 p. m.) 



Quinto dolor: La crucifixión.


Hijos míos: fue grande el dolor que sentí en el momento de la crucifixión de mi Hijo Jesús. 

Esta escena de su Sagrada Pasión desgarró mi Inmaculado Corazón porque la furia diabólica de los soldados romanos al clavar las sagradas manos y pies de Nuestro Señor, sus huesos
fueron descoyuntados. 

Cada martillazo hacia estremecer la tierra, sus gemidos retumbaban en mis oídos, sus lamentos eran como espada afilada que lentamente desgarraba mi vientre virginal. Vientre que pasó a ser Vaso Purísimo para contenerlo. Vientre que le arrulló hasta el día de su
nacimiento. Vientre que fue adornado y embellecido con el nardo purísimo de celestial perfume. Vientre que era custodiado por los Ángeles del Cielo. Vientre que fue
tabernáculo del Amor Divino en el que se recreaban todos los seres celestiales; pero hoy le veía sumido en ansias de llevar hasta el extremo su inmolación ya que el deseo
por la salvación de las almas era más fuerte que su mismo sufrimiento y el anhelo de padecer menguaba su dolor. 

Allí, hijos míos, Reparaba por estas pobres almas que eran como depredadores ávidos en consumir su presa. Mis lágrimas impulsaban a Jesús a llegar al nivel más sublime de su estado Victimario, a ofrendar su vida por toda la humanidad. 

Mi Corazón de Madre era despedazado ante la muerte de mi Hijo. Hijo que me enseñó a perdonar, a no guardar rencor. Hijo que me instruyó en la oración como medio para recibir la gracia. Hijo que me compartió parte de su crucifixión. Hijo que me llevó a la inmolación en cruz. 

Cruz que es necesaria para ganarse el Cielo. Cruz que nos asemeja a Cristo Crucificado. Cruz que es galardón de oro que nos lleva al disfrute de la vida eterna. Subid, pues, al monte Gólgota; crucificad allí vuestras imperfecciones, debilidades y pecados, y sentíos libres. 

Guardad en vuestro corazón las palabras del Crucificado y caminad tras de Él para que descubráis un mundo justo,humano. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…



Mayo 3/09 

Sexto dolor: Jesús es bajado de la cruz y puesto en mis brazos. 


Hijos míos: una vez muerto Jesús fue descendido de la cruz. Mi Inmaculado Corazón quedó abismado en el dolor al ver su Cuerpo Santísimo lacerado maltratado, estaba irreconocible, había perdido su hermosura, se había borrado la delicadeza de sus facciones, lo tomé entre mis brazos, besé y adoré una a una sus Santas Llagas; llagas que habían sido abiertas para inundar, con su infinita misericordia, al mundo entero. Llagas que habían sido abiertas para ser manantiales de agua pura para toda la humanidad; llagas que habían sido abiertas para ser fuentes de perdón para los pecadores; llagas que habían sido abiertas para ser dulce refrigerio en los agonizantes; llagas que habían sido abiertas para ser rayos de luz que iluminarán vuestro sendero, para evitaros caer en precipicios sin salida. 

Hijos queridos: al ver el Cuerpo inerte de Jesús, veía a las almas sumidas en el pecado como a muertos vivientes, almas que ceden a las tentaciones, almas que creen encontrar la felicidad en el mundo cuando verdaderamente hallan la desgracia, el sufrimiento. Almas
cuyo corazón se asemeja a un sepulcro putrefacto porque espiritualmente está en proceso de descomposición.

Muchos fueron los sentimientos que embriagaron mi Inmaculado Corazón cuando estreché en mi seno Materno el Sagrado Cuerpo de Jesús. Cuerpo desfigurado por los azotes. Cuerpo llagado por la crueldad con que fue tratado. Cuerpo que finalmente se quedaría hasta la consumación de los siglos presente en la Sagrada Hostia. Hostia que sufriría vejámenes porque muchos hombres se alimentarían de ella en pecado mortal. 

Gran impresión me llevé al ver su Sagrado Rostro hinchado por las heridas que le produjeron su corona de espinas y por las bofetadas que le propiciaban los soldados romanos, soldados comandados por satanás, soldados cegados por la histeria colectiva, histeria que tenía como punto culmen llevar hasta el máximo sacrificio al Mártir del Gólgota.

Hijos amados: si vuestro corazón está purulento, dejadme sanar vuestras heridas con mis lágrimas. El pecado os asesina en vida, el pecado os deforma, os arrebata de las Manos del Señor. Os quiero limpiar con mi llanto. Soltaos de las garras del demonio y dejaos tomar de mis manos para que no os perdáis. Yo misma os llevaré por los caminos que os llevan al Cielo y os entregaré en las manos de Jesús. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…. 



Mayo 11/09 (8:00 p. m.) 



Séptimo dolor: Sepultura de Jesús. 


Hijos míos: José, natural de Arimatea, pidió licencia a Pilatos para recoger el Cuerpo de Jesús; licencia que le fue concedida, licencia que permitió tomar su Sagrado Cuerpo y bañarlo en especias aromáticas, amortajarlo con lienzos según la costumbre de sepultar de los judíos. 

Mi Inmaculado Corazón se deshacía de dolor al tener que dejar al gran amor de mi vida en un sepulcro nuevo; sepulcro que sería ocupado sólo por tres días porque resucitaría, ascendería al Cielo para tomar Trono de gloria. 

Me fui a casa sintiendo la más abrupta soledad porque mi Hijo, la única razón de mi existir ya no estaba a mi lado, necesitaba de su presencia, de sus abrazos, de sus besos. Me abandoné por entero a la Divina Voluntad, viví en el Santo Abandono. 

Dios me concedió la gracia de saber esperar aquel majestuoso momento de ser elevada al Cielo para ser coronada como Reina Universal de todo lo creado, de reunirme de nuevo con mi Hijo, con mi Señor, con mi Dios. 

Queridos hijos: os llamo a que os unáis a, éste, mi gran dolor; dolor de la separación de una Madre con su Hijo, dolor de verle padecer, sollozar de amor por toda la humanidad, dolor de ver sus ojos cegados por coágulos de sangre, dolor de sentirle rígido, frío; dolor que hayan
sepultado al Hombre-Dios. Hombre que revolucionaría la historia. Hombre que dejaría huellas de su presencia en la tierra. Hombre que perfumaría de nardo purísimo la tumba en la que había sido depositado, tumba sitiada por miríadas de Santos Ángeles, tumba privilegiada porque el Rey del más alto linaje había venido a ocuparla. 

Amados míos: estad vigilantes para que no seáis sepulcros blanqueados, purificaos y acrisolaos para que irradiéis la luz de Cristo, para que seáis reflejos de Dios en la tierra.

Hay tantos hombres que están muertos por el pecado, pecado que deforma su alma, alma que va perdiendo el suave aroma del Señor, alma que va perdiendo los pincelazos Divinos porque su corazón está putrefacto, en él pululan las siete larvas de los pecados capitales. Id, purificad el cementerio maloliente que lleváis por dentro y arrepentíos de toda culpa. 

Dios te salve María, llena eres de gracia… 



Mayo 12/09 (6:30 a. m.) 

Octavo dolor: Los pecados de los sacerdotes y religiosos del mundo entero. 

Hijos míos: la octava espada de dolor que atraviesa mi Inmaculado Corazón me produce grandes sufrimientos; espada que cercena mi alma por los pecados de los sacerdotes y religiosos del mundo entero. Almas que han sido llamadas por Jesús a dejar su barca a la orilla del mar y seguirle, almas que por su vocación especial deben imitar al Hombre de Galilea en sus Santas virtudes, almas que deben encarnar el Evangelio al punto culmen de
decir: “No soy yo quien vive, es cristo quien vive en mí”; almas que deben ser coherentes con las enseñanzas del Maestro que les invitó a dejar el mundo, sus pompas, sus
placeres fugaces. 

Mis queridos hijos: hoy mi Corazón destila gotas de dolor porque algunos de mis hijos predilectos caen en el pecado, siendo escándalo para sus feligreses e hijos espirituales. Estas pobrecitas almas acrecientan más la crisis de nuestra Iglesia. 

Amados míos: no seáis duros en vuestros juicios, sed benévolos con ellos cuando escuchéis que uno de mis sacerdotes ha colapsado en su ministerio. Llorad junto conmigo y reparad con vuestros sacrificios su pecado. 

Intensificad más la oración, pedid a diario por la santificación y salvación de todas las almas sacerdotales y religiosas; ellas son el punto blanco de satanás, las quiere destruir, aniquilar, desea sembrar caos, confusión. 

Decidle a mis sacerdotes y consagrados que vengan a mí que yo los abrigaré bajo los pliegues de mi Sagrado Manto, que prenderé fuego en sus corazones con la llama
de mi Amor Santo, que les prodigaré los cuidados y atenciones de una buena madre que vigila por el bienestar de sus hijos; que oren el Santo Rosario, oración predilecta a mis oídos. Oración que les fortalecerá en sus tentaciones; oraciones que los hará santos como el Santo
de los santos. 

Menguad el dolor de mi Inmaculado Corazón reparando por todos los pecados que cometen algunos de mis sacerdotes y religiosos del mundo entero. Pedid a Dios que tenga piedad y misericordia de ellas. Pobres de mis hijos si no se arrepienten en vida, el sufrimiento que les
espera es aterrador. Allí son tratados con mayor dureza porque al que mucho se le dio, más se le exigirá. 

Dios te salve María, llena eres de gracia…


Extractado del libro: María, Madre del Buen Consejo, capítulo V. (Revelaciones dadas

a un alma a quien Jesús le llama Agustín del Divino Corazón). 









No hay comentarios:

Publicar un comentario