Segundo Misterio. Habla Nuestro Señor Jesucristo.
Sobre: Me di por vuestra salvación, Me di para que tuvierais Vida eterna, y voy a defender ése compromiso con Mi Padre y, por eso, persigo vuestra alma hasta salvarla.
Hijitos Míos, ¡Cuánto dolor! ¡Cuánto miedo y terror tenía Yo en ésos momentos, al estar en el Huerto de los Olivos! Veía vuestros pecados pasados, presentes y futuros. Qué dolor Me causaban vuestros pecados y para eso Me mandaba Mi Padre, para darMe por vosotros pero, a la vez, eso Me daba gran gusto, porque nuevamente las Puertas del Cielo se abrirían para recibiros, para recibir a las almas buenas, a las almas que luchan por su salvación, aún a pesar de la maldad que se vive en la Tierra y de los ataques que recibís de satanás, día a día.
¡Almas que perseveran, almas que sufren, almas que se ofrecen, almas que salvan a otras almas! Pero, también, Mi Parte Humana, sufría y se aterraba por lo que iba a padecer. ¡Cuánto dolor y, sobre todo, cuánta soledad de parte de los Míos! Los que Me seguían, Me abandonaron, uno de ellos, hasta Me traicionó.
Los verdugos, llenos de la maldad de satanás, destrozaban Mis Carnes, se burlaban de Mi Bondad, de Mi Hermosura Divina, se burlaban porque Yo no era como ellos. A pesar de sus ultrajes, obscenidades, malas palabras, no les devolvía ningún tipo de mal y eso les molestaba más.
Cuánto dolor Me causaban las almas que días antes, semanas y meses antes, Me seguían, alababan Mis Palabras y hasta Rey Me querían hacer y, cómo, de un momento a otro, cambiaron su corazón, decían amarMe horas antes y, horas después, vociferaban en contra Mía. ¡Qué débil es la naturaleza humana! ¡Qué débil es vuestra Fe! ¡Qué débil es vuestro amor hacia vuestro Dios! Cambiáis tan rápido, no defendéis lo que creéis. Prácticamente no hubo nadie que quisiera defenderMe de los insultos, golpes, salivazos.
¡Cuánto dolor Me dio todo esto, Mis pequeños! Y Me sigue dando, porque lo Vivo incruentamente, aún en éstos tiempos. Me hacéis a un lado de vuestra vida, no queréis saber más de Mí, Me seguís golpeando, escupiendo, blasfemando, os queréis deshacer de Mí, no queréis tenerMe junto a vosotros, para que no sintáis Mi Juicio por vuestro mal proceder.
Decís que os hago la vida pesada, porque, ciertamente, os amo y en vuestra conciencia pongo toda vuestra maldad, para que os arrepintáis y volváis a Mí, ¡pero no!, no Me agradecéis ése acto que os puede llevar al arrepentimiento y a vuestra salvación, al contrario, mejor Me hacéis a Mí a un lado, para que podáis seguir pecando libremente y no tener remordimientos.
Ciertamente, no Me podéis hacer a un lado de vuestra existencia, porque Me lleváis a Mí dentro de vosotros, y lo que Yo vaya a permitir, en ésta purificación que se os avecina, es haceros un bien, Mis pequeños. Sois como niños, no sabéis todavía qué hacer ni qué camino tomar y, por eso, voy a permitir los dolores que tendréis, para que recapacitéis. Entended que esto será para vuestro bien, porque Yo no puedo permitir que Mi entrega por vosotros sea estéril, sea inútil. Me di por vuestra salvación, Me di para que tuvierais Vida eterna, y voy a defender ése compromiso con Mi Padre y, por eso, persigo vuestra alma hasta salvarla. Yo sufrí por vosotros, Me di por vosotros, ahora sufriréis vosotros por vosotros mismos. Yo tomaré vuestro dolor y lo uniré al Mío, sin que vosotros lo sepáis, para que vuestro dolor, os lleve al remordimiento, para que recordéis lo que vuestro Hermano Mayor, Hermano Divino, vuestro Dios Encarnado, hizo por vosotros, por vuestra salvación.
Ciertamente, el dolor, os llevará a la Sabiduría y ella os ayudará a vuestra salvación eterna, Mis pequeños.
Como os dije, he de luchar para conseguir vuestra salvación, Mi donación debe ser fructífera y vosotros, seréis Mi trofeo. Vuestra salvación será Mi trofeo que Yo presentaré a Mi Padre, para que Él vea que Mi donación fue un éxito. He salvado muchas almas y seguiré salvando muchas almas.
Vosotros, Mis pequeños, hermanos Míos, los que entendéis éstas Palabras y lo que siente Mi Corazón, acompañadMe en cada momento del Huerto, de la entrega, de Mi Pasión, de Mi Muerte y Resucitaréis Conmigo, también, porque también quiero que estéis vosotros en el momento de Mi Gloria, en el momento de Mi Triunfo, porque vosotros también triunfaréis Conmigo y gozaréis Conmigo, por el Gozo que Yo Le di a Nuestro Padre por vuestra salvación.
Gracias, Mis pequeños.
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